La soledad es eso, Karmelo C. Iribarren

miércoles, 27 de junio de 2012
Domingo por la mañana temprano, Edward Hopper


LA SOLEDAD ES ESO

La calle
tras la última sesión;
veinte llamadas
perdidas
sin respuesta;
otras tantas cervezas;
en el frío gélido del amanecer,
un tipo
atravesando un parking
hacia su coche...

La soledad es eso,
ahora lo sé:
                     lo que hay
antes y después de tu nombre.




Karmelo C. Iribarren, Atravesando la noche, Huacanamo, Barcelona, 2009.

[¿Por qué el pollo cruzó la carretera?], Shalom Auslander

sábado, 23 de junio de 2012
Pollo sin cabeza, Ellen Merchant


   —¿Por qué el pollo cruzó la carretera? —le preguntó el Profesor Jove.
   —No lo sé —dijo Kugel—. ¿Por qué el pollo cruzó la carretera?
   —Porque era un imbécil —respondió el Profesor Jove.
   —No lo pillo —dijo Kugel.
   —El pollo cruzó la carretera —explicó el Profesor Jove— por el mismo motivo por el que todos cruzamos carreteras: porque pensamos que tal vez al otro lado habrá algo mejor. Dígame, señor Pollo, ¿no hay guerras al otro lado de la carretera? ¿No hay sufrimiento, ni divorcios, ni fracasos? ¿No hay hambre, ni enfermedades, ni lágrimas, ni dolor? ¿No cometen genocidios al otro lado de la carretera, señor Pollo? ¿Acaso al otro lado de la carretera los padres no entierran a sus hijos, los hijos y las hijas reciben siempre el amor que necesitan, hombres y mujeres no se vuelven viejos amargados y acaban muriéndose de pena?
   Kugel clavó la mirada en la punta de los zapatos.
   —Los padres desaparecen —dijo el Profesor Jove con voz compasiva— a ambos lados de la carretera.
   —Pero tampoco puede hacer ningún daño echar un vistazo —replicó Kugel—. Al otro lado de la carretera, quiero decir.
   —Al contrario —dijo el Profesor Jove—. Nadie ha dicho que el pollo llegara al otro lado. Las carreteras no son un buen lugar para los pollos ingenuos que sueñan con el nirvana. En las carreteras hay coches. Hay camiones. Y hay un montón de pollos aplastados. Son muy pocos los que logran llegar al otro lado. Y si uno lo consigue y descubre un Kentucky Fried Chicken y dice: «A la mierda, me vuelvo a casa», las probabilidades de que no logre regresar son aún más altas. Los pollos vivirían mucho más tiempo si se quedaran en el lado de la carretera en el que están. Y serían más felices si dejaran de hacerse ilusiones de encontrar algo mejor al otro lado. Se lo volveré a preguntar, Kugel: ¿por qué el pollo cruzó la carretera?
   —Porque era un imbécil —respondió Kugel.
   —Exacto.


Shalom Auslander, Esperanza: una tragedia, Blackie Books, Barcelona, 2012, pp. 99-100.

Del nacimiento de la melancolía, Juan Andrés García Román

miércoles, 20 de junio de 2012
Blancanieves, Josephine Wall


DEL NACIMIENTO DE LA MELANCOLÍA
Every night she comes,
to take me out to dreamland…
TOM WAITS

—Arrimo mi hombro a tu cuerpo para que también por mí vayan las hormigas.
Eso dijiste, así fue tu principio, no brotaste
de la costilla de neón rosa de Adán,
sino de mí, como una extrema solidaridad.

Pronto estábamos en la mañana, dentro,
igual que un grupo de tai chi en un parque.
En el origen eran nuestros cuerpos
sencillos y se comprendían,
pero no me bastó y realizaba
acciones y movimientos repetitivos y distintos
para obtener un alma.

Por ejemplo, se celebró tu infancia y yo quise llegar al fondo de aquello
colocándome una acreditación de poeta para entrar.
Los poetas éramos un grupo de académicos
que no habían terminado los estudios
y por eso, en lugar de pajarita, llevábamos una larva debajo de la nuez.
En aquellos tiempos ser moderno consistía en la ironía.
(Es decir, si algo nos dolía o hacía mucho daño
procurábamos siempre aun así sonreír.)
Y tú fuiste el objeto:
—Dear little you, I’m so sorrowful sorry,
culpable como una flor de plástico en un viento de primavera.

Nos pintamos los labios y comenzamos
a besar tus cuadernos escolares tan sólo con el labio superior,
sellando tu inocencia con algo parecido a un bigote.

Yo le hablé con crueldad
a la niña que eras. Dije: —Snow White,
hoy vas a oír un cuento de verdad:
Cuando la princesa besó al sapo, éste se convirtió en un príncipe,
cuando la princesa besó al príncipe, éste se convirtió en dos príncipes
y cuando la princesa besó azorada a los dos príncipes,
todos juntos se convirtieron en un solo muerto.

También te dije que los terremotos eran el modo que tenía Dios
de mecer las cunas de los huérfanos.

Porque andaba mothertheless por el mundo
y te regalé versos que te hicieron llorar.
Pero ni siquiera tu llanto me haría abdicar
de mi nueva mirada deportiva;
en nuestra institución había un pinball
y yo te pregunté: —¿Y cuando las lágrimas
atraviesan tu rostro
y pasan justo sobre tus lunares, recibes puntos?,
dime, Snow White.

Pero Snow White no me dejó continuar.
Snow White me cogió de la mano y me enseñó a
escribir versos de ancho irregular como los cuerpos de las lombrices,

a pintarle las uñas a la mano del viejo llamador si era verano
o vestirla con un guante si hacía frío.

Snow White me llevó
al mediodía de un mar cubierto de bombos chinos.
Y cuando una mañana de marzo se derritió la nieve de la calle,
Snow White me enseñó la calavera del muñeco de nieve.
Snow White me dijo que la mujer de las piernas ortopédicas era una sirena.

Porque Snow White era una niña que decía: ¡Dios salve a la reina del panal!,
antes de comerse la cucharada de miel.

Y cuando los pájaros veían a Snow White, decían lindascosaslindascosas.

Snow White, Snow White, the little men have come to say littleiloveyou.




Juan Andrés García Román, La adoración, DVD, Barcelona, 2011, pp. 9-11.

[El abismo más pequeño], Friedrich Nietzsche

domingo, 17 de junio de 2012
Puente del abismo, Song Kun


   Qué agradable es que existan palabras y sonidos: ¿palabras y sonidos no son acaso arcos iris y puentes ilusorios tendidos entre lo eternamente separado?
   A cada alma le pertenece un mundo distinto; para cada alma es toda otra alma un trasmundo.
   Entre las cosas más semejantes es precisamente donde la ilusión miente del modo más hermoso; pues el abismo más pequeño es el más difícil de salvar.



Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Alianza, Madrid, 2009, p. 304.

[Tiene gracia...], Shalom Auslander

jueves, 14 de junio de 2012
Humo adorable, Ward Schumaker


   Tiene gracia: No te mata el fuego, sino el humo.
   Ahí estás, aporreando las ventanas, subiendo las escaleras de tu casa en llamas, cada vez más arriba, intentando escapar, huir, con la esperanza de evitar el incendio. Quizá logres sobrevivir al fuego, pero mientras tanto te vas asfixiando, los pulmones se te llenan lentamente de humo, ahí estás, esperando a que los horrores lleguen de fuera, de la mano de un desconocido, del exterior, pero entretanto vas muriendo poco a poco por falta de oxígeno, desde dentro.
   Te compras una pistola (para protegerte, aseguras) y esa misma noche te desplomas de un infarto.
   Pones candados en las puertas. Pones barrotes en las ventanas. Pones una verja alrededor de la casa. Te llama el médico: «Es cáncer», dice.
   Mientras nadas frenéticamente hacia la superficie huyendo de un temible tiburón, sufres síndrome de descompresión y te ahogas.
   Un soleado día de Año Nuevo decides volver a ponerte en forma. «De este año no pasa», te dices. Ha llegado el momento de volver a empezar, de renacer. De hacerte más fuerte, más duro. A la mañana siguiente, en el gimnasio, al comenzar la tercera serie de pesas de banco, te da un calambre en el bíceps, las pesas se te caen en el cuello y te parten la tráquea. No puedes gritar. Se te pone la cara morada. Te fallan los brazos. En un póster colgado en la pared ves las últimas palabras que leerás antes de que se te cierren los ojos y la oscuridad te envuelva para toda la eternidad:
   ¿CUÁNTO VAS A QUEMAR HOY?
   Tiene gracia.



Shalom Auslander, Esperanza: una tragedia, Blackie Books, Barcelona, 2012, pp. 3-4.

[Lo malo de la vida], Philip Roth

lunes, 11 de junio de 2012
Jugando, montaña Tianzi, Don Hong-Oai



Tengo la sensación de que estoy haciendo continuos ensayos, y eso es agotador. No sé si las cosas van a seguir esa pauta monótona (...), o si, por otro lado, se trata de pasos hacia el abismo, como los que estudia la historia, que está salpicada de desastres, y cuando la estudias sales de un desastre y esperas encontrarte con el siguiente, te informas de los pasos que dieron los hombres hacia el abismo, aprendes las fechas y los conceptos y apruebas el examen. Lo malo de la vida es que no sabes realmente si es un proceso descendente, no sabes en absoluto de qué se trata.



Philip Roth, Engaño, Seix Barral, Barcelona, 2009.

[La máquina...], Julio Mas Alcaraz

viernes, 8 de junio de 2012
Flexible, Jean-Michel Basquiat




La máquina introduce el aire
que luego expulsa.

Sólo es respirar la inspiración asistida.




Julio Mas Alcaraz, El niño que bebió agua de brújula, Calambur, Madrid, 2011, p. 17.

[Cuando muere, todo el mundo...], Ray Bradbury

miércoles, 6 de junio de 2012
El jardín del artista en Giverny, Claude Monet



—Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardín plantado. Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, que tú plantaste, tú estarás allí. «No importa lo que hagas —decía—, en tanto que cambies algo respecto a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después de que separes de ellos tus manos. La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped igual podría no haber estado allí, el jardinero estará allí para siempre.»



Ray Bradbury, Fahrenheit 451, DeBolsillo, Barcelona, 2007, p. 167.

Los sueños no se desalojan, Juan Bello Sánchez

lunes, 4 de junio de 2012
La ciudad del sueño, Paul Klee



LOS SUEÑOS NO SE DESALOJAN

en la pared de un edificio en construcción
han escrito
los sueños no se desalojan

creo que esta noche dormiré más tranquilo




Juan Bello Sánchez, El futuro es un bosque que ardió en alguna parte, La Bella Varsovia, Córdoba, 2011, p. 48.